Tuesday, July 7, 2009

Hoy recuerdo a mi abuelo, Don Abraham Benarroch Bentata Z''L

Hoy me siento a contemplar el pasado. El pequeño pasado que he vivido, la gente que lo influyó, la manera en que lo hicieron, directa e indirectamente.
Hoy en especial contemplo a un hombre que llevó siempre mi más alto respeto, a un marido excepcional, a un padre como pocos, a un abuelo relleno de cariño y emoción. Hoy me siento a contemplar lo que representó para mi, mi abuelo: Don Abraham Benarroch Bentata (Zichronot Libraha).
Mi abuelo, y con qué honor y pasión quiero intensificar el “mi” con el que empiezo esta oración, nunca dejó de impresionarme- no importa la ocasión, mi edad, o las circunstancias. Muchas fueron las oportunidades cuales compartí con él en familia, donde su energía, picardía, sonrisa, pasión y amor eran el centro de atención.
Mejores, califico yo, aunque él ya un poco mayor, fueron las veces que me senté con el asolas en su apartamento de Mystic Pointe a conversar sobre temas varios, a lanzarle preguntas de temas aburridos, interesantes, alarmantes, y oír las respuestas que me daba. La abuela Lucy se reía, y a veces después de hacer la pregunta yo me volteaba y veía su asombro en oír las respuestas que MI abuelo, reconocido por ser mas callado en sus últimos años, daba con intuición.
Sobre una novia, sobre la universidad, sobre un negocio, sobre un equipo, sobre mi vida, sobre su pasado, sobre mi futuro, sobre Dios y la religión- qué no le pregunte? Si algo me faltó, de eso me arrepiento hoy. A veces le hacía preguntas sobre temas que no tenían fin, porque sentía que el tan solo llevar una conversación con él ya en si era para mí más que suficiente.
Ahora me siento aquí, en un cubículo en una oficina, pensando en cuantas preguntas le deje de preguntar, cuantos temas jamás descubriré, sobre cuantas experiencias dejé de oír, y lo único que puedo hacer es ver lágrimas caer sobre el teclado de mi computadora. Mi nivel de madurez creció con el pasar de los años, y cada vez era más tarde para hacer preguntas, para satisfacer una infinita necesidad que pocos tienen la oportunidad de alimentar, y que hoy me pregunto, al recordar, si yo la supe sustentar…
Increíble como en un estado de confusión, la solución solo parece ser llorar… pero así se abren campos y veo las mil razones por las que con una gran sonrisa el resto de mi vida lo iré a recordar.
Me acuerdo de verlo sentado en su sofá en Caracas con una camiseta, bermudas y medias largas negras, que luego al acostarse a descansar, como él siempre supo hacerlo en el Shabbat, me pediría que se las fuera a quitar.
Me acuerdo de ser levantado en el aire por sus largos brazos, levantar mi camisa y presionar sus labios en mi barriga, prrhshprsh, haciéndome entrar en carcajadas.
Me acuerdo del beso ensordecedor.
Me acuerdo del “peligro amarillo”.
Me acuerdo de las mil historias que oí sobre él, y conté a mis amigos con gran orgullo, empezando con la del Señor Burdines. Reconozco que nunca fue él quien contaba las historias- que humildad!
Me acuerdo de estar sentado alrededor de una hermosa mesa de Shabbat un viernes por la noche y oírlo decir el Kiddush, y a mi tio Ari seguir con su voz.
Me acuerdo de estar sentado en la misma mesa un sábado por la tarde y oír a mi abuelo empezar con el “Beshameru benei Israel…” y dejar pegado el “Kiiiiiiiiiiiiiiii”…. Hasta que mi abuela le tocaba el hombro y él seguía “sheshet yamin…” La única razón por la cual me aprendí el kidush del sábado, es por haberlo oído a él, cantarlo infinitas veces con su gran voz.
Me acuerdo de hasta en sus últimos shabbatot con nosotros, oírlo rezar de memoria todos los rezos, y seguir con uno la tefilah…
Me acuerdo de haber empezado a ir a la sinagoga por mi cuenta gracias a él. Hasta donde me lleva mi memoria, fui por primera vez con mi padre a un Shabbat para acompañar al Abuelo Abraham a Mariperez, y al notar el respeto que todos le tenían, jóvenes y viejos, rabinos- toda la Kehila, como quería yo volver el próximo Shabbat y ser uno de los privilegiados que se sentase al lado de él.
Me acuerdo de hacerle la vida imposible a Zurita, Alberto o Thomas, si no me llevaban a la sinagoga a la hora. Llegaba yo solo, y luego me alcanzaba mi papa, pero yo a la sinagoga de mi abuelo Abraham, sin falta, siempre. Me acuerdo de oír a todos preguntar cómo estaba mi abuelo Abraham, y con gran orgullo responder sobre él. Me acuerdo de estar orgulloso de ser asociado con él- el nieto de Don Abraham Benarroch. Me acuerdo de rezar el kiddush parado en la teibah, y de tratar de forzar mi voz sobre la de los otros jóvenes para que mi abuelo, Don Abraham, y por supuesto mi padre, la oyeran con honor y orgullo.
Me acuerdo de haber entrado a su cuarto en varias ocasiones y verlo descansar ocupando toda la cama, y tener la oportunidad de ver la paz que había allí. Me acuerdo de haberle preguntado cómo podía el cerrar los ojos y quedarse dormido tan rápido- “solo cierra los ojos, y pon la mente en blanco”. Hasta el día de hoy no lo he podido lograr. Empiezo pensando en el color blanco, y luego la palabra color me lleva a pensar en creyones, y luego en el colegio y bamm se me abren los ojos.
Me acuerdo de oírlo echarle piropos a mi abuela sobre su cintura, su belleza, su esplendor.
Me acuerdo, y de esta me acuerdo sin falta, de oírlo darle gracias a Dios por el pan de todos los días y la mujer de su vida antes de tomar sus pastillas y vitaminas matutinas. Esa era su beraja diaria!
Me acuerdo de que le importase que yo me terminara mi Nesquick antes de ir al parque o a la piscina de su edificio.
Me acuerdo de verlo jugar Parchis, Solitario.
Me acuerdo de querer hacer mis tareas de matemáticas en su casa.
Me acuerdo de perder dos horas con mi familia preparándonos para ir a su casa. Trajes de baño, juguetes, toallas, carritos, pelotas, etc.. igual si no lo llevábamos, en su casa lo podíamos encontrar.
Me acuerdo de una vez que mi abuelo Abraham y mi abuela Lucy se mudaron a Atenu, nuestra casa, por una semana o un poco más, porque mis padres se habían ido a Paris. Me acuerdo de haberme atragantado con una hoja de laurel y mi abuela voltearme en el aire, mientras el abuelo Abraham decía con gran calma “tose, tose hombre!”
Me acuerdo de luego haberle preguntado si él creía en Dios. Como un niño con grandes preguntas y numerosas a la vez, esa fue una de las pocas veces que me atreví a hacerle esa pregunta a alguien. A la primera persona que se la hice fue a él.
D: “Abuelo, tú crees que Dios existe?”
A: “Si. Estoy seguro de que él existe!”
D: “Pero, cómo? Yo nunca lo he visto, como puedes estar tan seguro?”
--Me respondió con calma y gran certeza. Una respuesta de mi abuelo, ya en si era para mí suficiente razón. Saber que él no tenía duda, me quitó a mi toda duda, mágicamente…
A: “Todos nos hicimos esa pregunta en algún momento de nuestras vidas. Yo no estaba seguro hasta que leí varias historias en la Tora. Que un hombre, solo, haya sacado a un pueblo de un país puede ser acción de cualquier buen líder, pero que ese mismo hombre haya abierto los mares, o que a todo un pueblo le haya caído el Mana; eso es acción de quien llamamos Dios.
D: Yo estaba convencido, pero le quise de cualquier manera preguntar. “Tú no estuviste ahí abuelo, como sabes TU que D-os existe…?”
A: “Yo viví en una época en la que los Judíos estaban siendo exterminados en Europa. Pero de una noche a la mañana, vi una obra de Hashem. Sentí con más fuerza que nunca, que había esperanza. Vi a un imperio Nazi caer, a víctimas del holocausto sobrevivir, vi la creación del estado de Israel en un mundo mitad antisemita… vi las obras de Dios”
Si él las vio, yo las vi, y así es que los judíos debemos haber pasado nuestra historia y tradición oral. De abuelo a nieto por generaciones y generaciones.
Me acuerdo de creer en Dios y de respetar mis tradiciones gracias a Mi abuelo Abraham.
Me acuerdo y no me paro de acordar, de experiencias, de momentos, de sentimientos, de pensamientos, que en su momento se sintieron insignificantes y ahora, más que nunca, no puedo parar de valorar.
Me acuerdo de bromas espontaneas, canciones sin palabras, dichos sabios, repeticiones de palabras con las que la abuela Lucy terminaba sus oraciones. Me acuerdo de todas esas tonalidades estresantes (para los que la oían)- me recuerda a mi mama gritando “papaaa!” o a mi abuela agregando “Abraham, Ya!
“Que dirán los niños!”… “los niños, los niños,” lo que hacíamos era reír, y reír sin parar. Cancioncillas que hasta hace un poquitín más de un ano, el abuelo y nosotros cantábamos juntos cuando visitabamos su casa. No había nada que a Arie mi hermano le gustase más hacer que unirse a él en eso! Me acuerdo mejor de sus carcajadas y sonrisas al vernos felices.
Este Viernes 10 de Julio, ha transcurrido un año desde que por última vez lo vi, un año desde que le pude decir frente a frente, que lo quería, que era un joven contento, que veía pa’lante y que quisiera compartirlo todo con él. Tuve la oportunidad de despedirme. De sostener su mano, y decirle que lo quería con el corazón, de que estábamos todos reunidos, su familia inmediata, compartiendo con él, pensando en él, rezando por él.
Mi tío Ari Benarroch, que Dios lo guarde y le dé buen mazal e infinitas alegrías, ha sostenido su nombre en alto, ha rezado con una increíble intensidad y responsabilidad, que ha cargado la neshama de Mi abuelo, su padre, Abraham Benarroch Bentata Z’L, al Olam Haba- a su trono en Olam Haba.
Mi abuela Lucy, la mujer más bella y fuerte del mundo, más colorida y más apasionante que he conocido, ha llevado un gran dolor por haber perdido al amor de su vida. A ella la admiro por infinitas razones, pero a esa lista le agrego el haberse compuesto para seguir adelante como mi abuelo lo hubiese querida, repartiendo energía y amor a la familia.
Le hablo hoy más que todo a mi abuelo Abraham a través de esta lista de recuerdos y memorias, a pedirle que mire por todos nosotros con el amor que lo hizo mientras estaba acá, que guie a nuestras familias por el camino de la paz y felicidad, y que algún día me dé el coraje y la fuerza de llegar a ser el hombre, esposo, padre, abuelo y judío que él por ochenta años fue.

Listen to the blog post read by author here:

4 comments:

  1. que belleza.....

    ReplyDelete
  2. bellisimo...sin palabras

    ReplyDelete
  3. No he parado de leer cada cosa que dices, y a la vez llorar para mi ha sido una bendicion un padre asi y unos hijos que lo supieron disfrutar gracias DAVID, es una maravilla lo que has escrito ...

    ReplyDelete